El accidente cerebrovascular agudo también se denomina comúnmente accidente cerebrovascular, que no es un término preferido por la mayoría de los neurólogos especializados en accidentes cerebrovasculares. El ictus NO es un accidente. El término mejor y más significativo es «ataque cerebral», de significado similar a «ataque al corazón». El ictus agudo se define como la aparición aguda de hallazgos neurológicos focales en un territorio vascular como resultado de una enfermedad cerebrovascular subyacente. En Estados Unidos se producen 800.000 nuevos accidentes cerebrovasculares al año. Hay un nuevo ictus cada 40 segundos. El ictus es la quinta causa de muerte y la primera de discapacidad. Hay dos tipos principales de accidentes cerebrovasculares. El más común es el ictus isquémico, causado por la interrupción del flujo sanguíneo a una zona determinada del cerebro. El ictus isquémico representa el 85% de todos los ictus agudos. El 15% de los ictus agudos son hemorrágicos, causados por la rotura de un vaso sanguíneo, es decir, una hemorragia aguda. Hay dos tipos principales de accidentes cerebrovasculares hemorrágicos, la hemorragia intracerebral (HIC) y la hemorragia subaracnoidea, que representa aproximadamente el 5% de todos los accidentes cerebrovasculares.
Según la clasificación TOAST, hay cuatro tipos principales de accidentes cerebrovasculares isquémicos. Se trata de la aterosclerosis de grandes vasos, las enfermedades de pequeños vasos (infartos lacunares), los accidentes cerebrovasculares cardioembólicos y los accidentes cerebrovasculares criptogénicos. Cada uno de ellos tiene causas y fisiopatología diferentes. Independientemente del tipo de ictus, es importante saber que con cada minuto de ictus isquémico de gran vaso sin tratar, mueren cerca de dos millones de neuronas. Este es el concepto más importante de «el tiempo es cerebro» para entender el ictus agudo y su tratamiento.
Existen numerosas causas de ictus, como la hipertensión prolongada, la arteriosclerosis y los émbolos que se han formado en el corazón como consecuencia de la fibrilación auricular o la cardiopatía reumática. En los pacientes más jóvenes, la posible lista de causas puede ampliarse para incluir los trastornos de la coagulación, la disección arterial cervical y diversas formas de vasculitis. En caso de presentación de un posible ictus, hay que realizar una anamnesis y un examen físico precisos, junto con la obtención de imágenes neurológicas urgentes, antes de administrar cualquier forma de tratamiento. Con un tratamiento precoz y específico basado en la etiología del ictus, programas de rehabilitación y cambios en el estilo de vida a largo plazo, se pueden maximizar las posibilidades de una recuperación significativa.