Cada dos semanas, Lisa Jaudon se sube a su coche y recorre el corto trayecto de ocho kilómetros hasta la pequeña ciudad de Seffner, en Florida, y luego se sienta un rato a mirar la parcela vallada en la que estuvo su casa durante 21 años.
Ahora hay poco que ver allí. Sólo un gigantesco vacío que antes contenía la casa de su familia y la de dos vecinos, amigos cuyas vidas cambiaron repentinamente cuando un mortal socavón se abrió en el suelo la noche del 28 de febrero.
El agujero era más pequeño que el cráter de 30 metros de ancho que apareció a primera hora del lunes en Clermont y se tragó casi la mitad de un bloque de apartamentos perteneciente al complejo vacacional Summer Bay, cerca de Disney World. Pero para Jaudon y sus vecinos el incidente fue aún más devastador.
A diferencia del socavón de Clermont, en el que 105 huéspedes pudieron ponerse a salvo cuando fuertes crujidos en el edificio les alertaron del inminente derrumbe, las familias de Seffner no recibieron ninguna advertencia y un residente, Jeff Bush, de 37 años, murió succionado al caer su dormitorio. Su cuerpo nunca ha sido recuperado.
«Se sintió surrealista, irreal», dijo Jaudon, cuya casa estaba al lado. «Un bombero llamó a la puerta y dijo que se había abierto un socavón y que alguien había caído dentro, y que teníamos que evacuar. No pudo decirnos cuándo o si se nos permitiría volver».
Al final, a Jaudon y a su familia sólo se les permitió volver a entrar durante 30 minutos al día siguiente, para recoger lo que pudieran de las pertenencias más preciadas de su familia antes de dar la espalda a la propiedad para siempre.
Los ingenieros determinaron que su casa, que parecía no haber sufrido daños desde el derrumbe original de la casa de al lado, estaba en peligro y podía ser engullida en cualquier momento.
«Los 30 minutos pasaron en un abrir y cerrar de ojos. Sacamos los álbumes de fotos, las fotos de las paredes, las poesías que había escrito mi difunto marido, las cosas que eran significativas e importantes para nosotros, y muy poco más», dijo.
«Todo el tiempo había un bombero en la puerta, contando los minutos y diciéndonos que si oía algún sonido extraño tocaría la bocina y que teníamos que salir rápido. Era espeluznante. Muy espeluznante».
Jaudon, cuya hija Jolie, de 20 años, le dijo que, de todos modos, habría estado demasiado aterrorizada para volver a dormir en la casa, se fue a alojar en casa de unos amigos. Volvió al lugar en mayo para ver cómo la demolían, junto con la casa de otro vecino al otro lado de la propiedad que sufrió el derrumbe original, que ya había sido derribada.
Seffner está en el corazón del llamado Callejón de los Hundimientos de Florida, los condados de Pasco, Hernando y Hillsborough en la zona centro-oeste del estado, cerca de Tampa, que representaron más de dos tercios de los siniestros de hundimientos reportados a la Oficina de Regulación de Seguros entre 2006 y 2010.
Durante ese tiempo, el número de reclamaciones anuales en todo el estado aumentó de 2.300 a 6.700 y costó al sector de los seguros más de 1.400 millones de dólares.
Estas estadísticas, y los incidentes que acaparan titulares como los de Clermont y Seffner, parecen dar la impresión de que Florida se está hundiendo sobre sí misma a un ritmo cada vez mayor. Sin embargo, los expertos afirman que los socavones siempre han sido una característica del paisaje y que el reciente crecimiento masivo de la población significa que los socavones se están abriendo en zonas urbanizadas que antes eran rurales.
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«Siempre he dicho que cuando te mudas a Florida tienes playas, sol, huracanes y socavones», dijo Clint Kromhout, científico principal del Servicio Geológico de Florida, que acaba de recibir una subvención de 1,1 millones de dólares de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias para realizar un estudio de tres años sobre la vulnerabilidad de los socavones en todo el estado.
«Los socavones existen desde hace millones y millones de años. Si se vive en Florida, son simplemente un hecho de la vida».
Alzada sobre miles de pies de piedra caliza porosa, Florida es particularmente susceptible a las características del paisaje «kárstico», como los sumideros y las cavernas y manantiales subterráneos, dijo Kromhout. Las aguas subterráneas y pluviales, naturalmente ácidas, disuelven la piedra caliza, dándole el aspecto de un queso suizo.
Los socavones se producen cuando la capa superficial que se encuentra por encima de los huecos formados cede, lo que a menudo puede ser causado por una inundación desde arriba o por el drenaje de agua de los acuíferos subterráneos que se encuentran debajo. Esto explica por qué la actividad de los socavones en Florida alcanza su punto máximo en los meses más fríos de enero y febrero, cuando los agricultores bombean agua subterránea para evitar que los cultivos se congelen, y de nuevo en los meses más secos de mayo y junio, cuando los niveles de agua de los acuíferos son bajos.
«Es demasiada agua o muy poca», dijo Tony Estevez, un experto en socavones cuya empresa RAB Foundation Repair, con sede en el condado de Pasco, está más ocupada que nunca. Pero el principal problema es la piedra caliza soluble de la geología del centro oeste de Florida, donde se forman muchas cavernas y grietas».
Aún así, dijo, los colapsos repentinos como los de Clermont y Seffner son la excepción. «Algo así es muy raro, quizá uno entre mil», dijo Estévez.
«Es mucho más común que se produzcan hundimientos a lo largo del tiempo en los que el agua que migra provoca depresiones moderadas. Lo primero que se sabrá es que las ventanas y las puertas no cierran bien o que las baldosas saltan».
Pero, añadió, con los hundimientos probables en cualquier parte del estado, es casi imposible predecir dónde podría ocurrir uno, o hacer algo para prevenirlo.
«Es la elección del sorteo», dijo. «O tienes suerte o no la tienes.»
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