Haz un breve examen de conciencia antes de acostarte por la noche. Dos o tres minutos serán suficientes.
– Ponte en presencia de Dios, reconociendo su fuerza y tu debilidad. Dile: «Señor, si quieres, puedes limpiarme».
– Pide luz a tu ángel de la guarda para reconocer tus defectos y virtudes: ¿Qué he hecho mal? ¿Qué he hecho bien? ¿Qué podría haber hecho mejor?
– Examina tu conciencia con sinceridad:
¿He considerado a menudo que Dios es mi Padre? ¿Le he ofrecido mi trabajo? ¿He aprovechado bien mi tiempo? ¿He rezado despacio y con atención? Traté de hacer la vida agradable a los demás? ¿Critiqué a alguien? ¿Fui indulgente? ¿He rezado y ofrecido algunos sacrificios por la Iglesia, por el Papa y por los que me rodean? ¿Me dejé llevar por la sensualidad? ¿Por la soberbia?
– Haz un acto de contrición, pidiendo con dolor el perdón de nuestro Señor:
Oh, Dios mío, me arrepiento de corazón de haberte ofendido, y detesto todos mis pecados, porque temo la pérdida del cielo y las penas del infierno; pero sobre todo porque te ofenden a ti, Dios mío, que eres todo bueno y mereces todo mi amor. Resuelvo firmemente, con la ayuda de tu gracia, confesar mis pecados, hacer penitencia y enmendar mi vida. Amén.
– Hacer un propósito concreto para mañana:
– Alejarme de ciertas tentaciones.
– Evitar algunas faltas concretas.
– Poner especial empeño en practicar alguna virtud.
– Aprovechar las ocasiones de mejora.
– Rezar tres avemarías a la Virgen María, pidiendo pureza de corazón y de cuerpo.