«Elicio se crió en la selva ecuatoriana y es capaz de encontrar ranas incluso cuando nosotros no podemos verlas», explica Caty, añadiendo que viajar hasta el hogar de los anfibios fue la parte más difícil del estudio. Sin embargo, una vez localizadas, las escurridizas criaturas se contentaron con saltar dentro de las mitades inferiores de las botellas de plástico colocadas junto a ellas, sin suponer ningún riesgo para los investigadores. Tras recoger la piel, los intestinos y el hígado de un pequeño número de ranas, Tapia regresó al Centro Jambatu de Investigación y Conservación de Anfibios, en Quito (Ecuador), donde alimentó al resto de animales con moscas de la fruta y grillos no tóxicos durante 6 meses antes de recoger los órganos de los animales desintoxicados.
De vuelta a Estados Unidos, Gary Byrd analizó las toxinas de la piel de los anfibios, identificando 10 neurotoxinas, entre ellas las lehmizidinas y las indolizinas, que inactivan los canales iónicos de las células nerviosas y musculares. Y cuando Caty comparó los patrones de expresión genética de las ranas salvajes y desintoxicadas, observó que las ranas salvajes tóxicas producían menos ARNm necesario para generar canales iónicos transportadores de sodio, posiblemente para ayudar a las ranas a retener las neurotoxinas de su dieta.
Luego analizó las proteínas transportadas en la sangre de las ranas y observó varias que podrían contribuir al transporte de neurotoxinas, incluida una proteína transportadora de ácidos biliares (conocida como proteína transportadora de solutos 51a), que suele transportar moléculas aceitosas en la sangre. El equipo también se sorprendió cuando observó que los niveles de una proteína conocida como saxifilina -que elimina la neurotoxina saxitoxina de la sangre de las ranas toro- aumentaban drásticamente en las ranas desintoxicadas. Esperábamos ver una mayor expresión en las ranas tóxicas», dice Caty, que había pensado que los diablillos podrían utilizar la proteína transportadora de toxinas para hacerse más tóxicos. Sin embargo, O’Connell sospecha que hay varias explicaciones posibles para el inesperado descubrimiento, incluyendo la desaparición de la proteína de la sangre de las ranas salvajes porque está ligada a las toxinas en las glándulas de la piel o, alternativamente, las ranas no tóxicas podrían elevar los niveles de la proteína en preparación para la reaparición de las toxinas en su dieta. Y cuando Aurora Álvarez-Buylla añadió una neurotoxina de muestra a la sangre de las ranas silvestres en busca de moléculas que pudieran estar implicadas en el transporte de las toxinas a la piel de las ranas, una proteína de choque térmico -Hsp90, que protege a las proteínas del daño cuando las ranas se sobrecalientan- y la saxifilina aparecieron como posibles portadoras.
Caty admite que le entusiasma que la saxifilina, que participa en la desintoxicación de la rana toro, haya aparecido en las ranas venenosas. Es probable que haya muchas más vías implicadas en esta acumulación de las que habíamos previsto en un principio», afirma. Y O’Connell está deseando saber más sobre los efectos de la dieta de las ranas en sus cócteles de alcaloides tóxicos.