La situación
John es extrovertido y puede hablar fácilmente con casi cualquier persona. Sarah es más reservada y prefiere socializar en pequeños grupos. Se siente herida e incómoda cuando John hace las rondas en las fiestas, dejándola a su aire. Él no puede entender por qué ella prefiere el enfoque de alhelí.
Darrell es práctico y presta mucha atención a los detalles. Para él es algo natural llevar un registro minucioso de cómo gasta el dinero. El mantenimiento de registros no es tan importante para Kate. Se siente limitada cuando tiene que detenerse y anotar cada transacción, como preferiría Darrell.
Tracy se da cuenta rápidamente de los sentimientos de la gente y trata de evitar las discusiones. Chris es de mente firme y disfruta con una buena discusión. Le gusta analizar y persuadir con el uso de la lógica. Le frustra que Tracy diga que no la escucha cuando sólo intenta demostrar su punto de vista.
Michael desea que Anna preste más atención a la puntualidad y llegue a los sitios a tiempo. Él prefiere la vida con un horario y a él mismo no se le ocurriría llegar tarde. Anna desea que Michael sea más flexible y no se ponga tan tenso por 5 o 10 minutos.
Todas estas parejas se enfrentan a diferencias de personalidad en sus relaciones matrimoniales. Aunque los escenarios parecen triviales, estas diferencias pueden afectar a componentes relacionales esenciales como la compatibilidad, el apoyo emocional, la cooperación y la intimidad. Los mismos rasgos que originalmente atrajeron y unieron a estas parejas pueden parecer más tarde defectos que hay que eliminar dentro del matrimonio.
¿Cómo pueden las parejas evitar quedar atrapadas en las luchas de poder de intentar cambiar al otro cuando su propia manera particular parece ser la mejor? Henry Higgins, en el musical My Fair Lady, ejemplifica este dilema relacional cuando se pregunta por qué Eliza Dolittle no puede simplemente «ser como yo».
Una respuesta
La tarea de intentar esculpir a nuestra pareja matrimonial a nuestra propia semejanza fracasa antes de empezar. Dios nos hizo únicos con nuestro propio estilo particular de «ser», y gran parte de nuestros patrones de personalidad vienen con el paquete. El dicho «yo estoy bien, tú estás bien» puede aplicarse a las diferencias de personalidad, pues refleja que ningún estilo es mejor que el otro, y que nuestras diferencias son una expresión de la diversidad que Dios nos ha dado.
Cada uno de nosotros tiene inclinaciones naturales en diversos grados, desde la extroversión hasta la introversión, así como patrones de preferencia para percibir la información, tomar decisiones y estructurar nuestra vida y nuestro tiempo. Cuando intentamos cambiar los patrones naturales de personalidad de nuestro cónyuge, negamos su bondad esencial y solemos provocar resentimiento, dolor y desconfianza.
Comprensión y generosidad
Es muy valioso explorar la coincidencia de la personalidad de la pareja para obtener una comprensión más clara de uno mismo, de nuestro cónyuge y de cómo nuestros estilos afectan a nuestra relación. Identificar las similitudes y las diferencias ayuda a las parejas a entender la dinámica de su relación con mayor claridad, pero la generosidad mutua sigue siendo la clave de la compatibilidad de la personalidad. Si elegimos ver nuestras diferencias como DONES, nos sentimos atraídos hacia una mayor aceptación. Cuando nos concentramos en los puntos fuertes y el estilo complementario de nuestro cónyuge, podemos apreciar y afirmar en lugar de criticar. Puesto que ningún estilo de personalidad es mejor que otro, podemos elegir abandonar también nuestras actitudes de superioridad.
El equilibrio conduce a la armonía
También tendemos a utilizar en exceso los patrones de personalidad con los que nos sentimos más cómodos. Cuando esto ocurre, nuestras correspondientes limitaciones se hacen más evidentes. Por ejemplo, el extrovertido se vuelve autoritario o el introvertido puede parecer poco comunicativo. Es cierto que no tendemos a cambiar nuestras preferencias básicas, pero podemos desarrollar la madurez dentro de nuestro estilo básico por el bien de nuestro matrimonio. Un esfuerzo generoso para frenar nuestro uso excesivo de un patrón de preferencia aumenta nuestro propio equilibrio de personalidad y aporta armonía a la relación.
Aceptar las diferencias de personalidad del otro es un proceso continuo dentro del matrimonio y forma parte del crecimiento espiritual de la pareja. A medida que los cónyuges reconocen que los patrones del otro son tan válidos como los suyos propios, se dejan influir también por ellos. Entonces el dicho «Yo estoy bien, tú estás bien» se convierte en una realidad.
Recurso sugerido
Muchos de nosotros hemos estado expuestos a los inventarios de personalidad a través de la universidad o el trabajo. Un gran libro de recursos para las parejas es Please Understand Me II, de David Keirsey. Contiene un instrumento de evaluación del estilo de personalidad y capítulos sobre el matrimonio y la crianza de los hijos.
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Acerca de la autora
Judy Clark es codirectora de la Pastoral Familiar y de Adultos en la Parroquia de St. Mark the Evangelist Parish en Plano, Texas y consejera profesional licenciada.
Para más información:
- The Temperament God Gave Your Spouse (El temperamento que Dios le dio a su cónyuge) por Art y Laraine Bennett