El mal aliento, o halitosis, resulta familiar para muchas personas. Aunque faltan datos epidemiológicos precisos, algunos estudios han sugerido que el mal aliento puede situarse sólo por detrás de las caries dentales y las enfermedades de las encías como los motivos más frecuentes de visita al dentista.
Causas
La raíz del mal aliento puede ser desde algo banal -como una mala higiene bucal después de las comidas- hasta complicaciones potencialmente mortales derivadas de la diabetes y la insuficiencia renal.
Los alimentos que ingieres pueden afectar a tu aliento. Si come alimentos con olores fuertes, como el ajo o la cebolla, los olores acompañarán a su aliento. A medida que su sistema digestivo descompone los alimentos, éstos entran en su torrente sanguíneo. Los aceites picantes del ajo y la cebolla acaban entrando en los pulmones y provocan el mal aliento. Cepillarse los dientes, comer un caramelo de menta o usar un enjuague bucal cubre el olor, pero no desaparecerá por completo hasta que la comida haya salido de su cuerpo.
Las partículas de comida también pueden permanecer en su boca si no se cepilla o usa el hilo dental diariamente. Estas partículas se acumulan entre los dientes y favorecen el crecimiento de bacterias, que se acumulan en la boca y provocan el mal aliento.
Fumar y masticar tabaco también pueden provocar olor de boca y mal aliento. Además de sus propios olores, las partículas de tabaco se acumulan en los dientes y provocan la proliferación de bacterias del mismo modo que lo hacen los alimentos. Además, los fumadores y los masticadores son más propensos a desarrollar enfermedades de las encías, uno de cuyos síntomas es el mal aliento.
La saliva ayuda a limpiar la boca y a eliminar las partículas de comida y las bacterias. Sin embargo, todo el mundo produce menos saliva mientras duerme, lo que provoca sequedad bucal y el temido «aliento matutino». Es peor para aquellos que duermen con la boca abierta.
En la condición llamada cetoacidosis diabética, el cuerpo no puede descomponer y utilizar adecuadamente la glucosa como fuente de energía, por lo que opta por descomponer la grasa corporal en su lugar. Como subproducto de esto, el cuerpo produce cetonas. Éstas pueden dar lugar a un aliento dulce y afrutado si no se trata la enfermedad y las sustancias químicas siguen acumulándose en la sangre y la orina, según los Institutos Nacionales de la Salud. Aunque puede parecer más agradable que el mal aliento convencional, la cetoacidosis diabética puede convertirse en un problema grave si no se aborda, ya que las cetonas son venenosas en niveles elevados.
La insuficiencia hepática en fase avanzada también puede causar mal aliento. También conocido como «Fetor hepaticus», el aroma dulce y rancio es causado por el sulfuro de dimetilo, no por las cetonas. Debido a este síntoma, el análisis del aliento podría utilizarse como herramienta de diagnóstico para detectar patologías hepáticas, según un artículo publicado por investigadores belgas en la revista Journal of Chromatography B.
Además, las personas con insuficiencia renal crónica pueden tener un aliento que huele a «pescado» o a amoníaco, según los NIH. Conocido como «fetor urémico», la elevada concentración de urea en la saliva y su posterior descomposición en amoníaco provocan esta afección.
Otros problemas médicos asociados al mal aliento son la sinusitis (senos paranasales inflamados), la neumonía, la bronquitis, el goteo postnasal y el reflujo ácido.
Tratamientos
Los tratamientos para el mal aliento suelen consistir en mejorar la higiene bucal o en abordar los problemas de salud subyacentes.
Un régimen que incluye el cepillado y el raspado de la lengua puede tratar con éxito el mal aliento causado por el crecimiento excesivo de bacterias en la superficie de la lengua, según una revisión publicada en el International Journal of Dental Hygiene.
Beber mucha agua, masticar chicles sin azúcar o chupar caramelos sin azúcar también puede ayudar a prevenir el mal aliento. Todas estas actividades fomentan la producción de saliva, que ayuda a eliminar las partículas de comida y las bacterias que causan el mal olor.
Las enfermedades de las encías pueden hacer que éstas se separen de los dientes, según la Clínica Mayo, dejando bolsas donde las bacterias pueden instalarse y reproducirse. La limpieza profesional y los enjuagues bucales pueden llegar a estas zonas y eliminar la proliferación de bacterias.
Jessie Szalay colaboró en este artículo.
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