La Biblia no es una obra única, sino una antología de 66 libros escritos por aproximadamente 40 autores a lo largo de un período de 1.400 años que terminó hace casi 2.000 años. Como tal, las copias originales de estas obras no han llegado hasta nuestros días, aunque un gran número de copias tempranas nos permiten reconstruir el texto tal y como era en su forma más primitiva.
Por ejemplo, el Antiguo Testamento se escribió desde la época de Moisés (aproximadamente 1400 a.C.) hasta la de Esdras (aproximadamente 400 a.C.). Se han conservado copias de la mayoría de los libros del Antiguo Testamento desde el siglo II a.C. en los hallazgos de los Rollos del Mar Muerto. También se han conservado numerosos libros del Antiguo Testamento en la antigua Geniza de El Cairo desde el siglo I d.C. El Códice Cairensis incluye los Profetas y está fechado en el año 895. El Códice Alepo incluye la mayor parte del Antiguo Testamento y data de la década de 930. El primer manuscrito completo del Antiguo Testamento en hebreo, el Códice de Leningrado (fechado en 1008), tiene más de 1.000 años.
Además, todo el Antiguo Testamento fue traducido al griego en el siglo II a.C. en una obra conocida como la Septuaginta. De esta traducción se desprende que el Antiguo Testamento completo había sido compilado antes de esta época y que el texto es esencialmente el mismo que existía durante este período hace 2.200 años, ¡sólo 200 años después de la finalización del último libro del Antiguo Testamento!
El Nuevo Testamento incluye aún más evidencia textual para apoyar su exactitud. Sus 27 libros fueron compuestos entre los años 40 y 90 de nuestra era. Existe un fragmento del Evangelio de Juan de aproximadamente el año 125 d.C. Existen más de 5.000 manuscritos griegos del Nuevo Testamento, cuya comparación permite reconstruir el texto más antiguo. El primer Nuevo Testamento completo, el Codex Sinaiticus, data de mediados del siglo IV (325-360) y revela que los escritos del Nuevo Testamento habían estado en circulación como grupo mucho antes de esta época.
Además, los primeros líderes de la Iglesia citaban con frecuencia los escritos del Nuevo Testamento en sus propias obras. Clemente de Roma, por ejemplo, escribió a finales del siglo I y cita muchos de los Evangelios y los escritos de Pablo. En el siglo II existía una armonía de los cuatro Evangelios.
En resumen, aunque ya no existen los manuscritos originales de las Escrituras, existen amplias copias de los primeros tiempos que permiten confiar en que el texto que existe hoy es el que se compuso originalmente.
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