4 Impactos en el lugar y la identidad
Al hilo de las afirmaciones sobre el impacto de la sociedad de la información en el espacio, se suele argumentar que el lugar como tema organizador de la vida social se está marchitando. Se destacan dos aspectos del lugar: la coherencia económica y la vitalidad de los lugares; y la relación entre la identidad personal y el lugar. Los argumentos sobre el primero reflejan los del espacio. La tendencia dominante es hacia un horizonte de espacio de flujos en red, ahistórico, que apunta su lógica sobre lugares segmentados y dispersos…» (Castells 1996, p. 428). Desde este punto de vista, la hipermovilidad del capital de inversión, facilitada por las redes de TI y por los procesos conexos de globalización económica, política y cultural, socava la coherencia de los lugares y la capacidad de sus habitantes para controlar el futuro de esos lugares. Los argumentos sobre esto último discuten cómo las tecnologías de la información socavan el modo en que la vida cotidiana está ligada a los lugares en los que se desarrolla y es moldeada por ellos; es decir, la relación entre la identificación con un lugar y la identidad individual.
La ciudad de Londres, un centro financiero global cuyo sustento económico depende de cálculos instantáneos de riesgos y rendimientos basados en flujos de información mundiales, ha sido estudiada intensamente para examinar si el lugar importa en la sociedad de la información. En este caso, el lugar importa mucho. La ciudad «es un sistema… dependiente de las comunicaciones electrónicas, pero… los patrones de conexión cada vez más intrincados que se pueden producir… desencadenan la demanda de más y no de menos interacción cara a cara» (Leyshon y Thrift 1997, p. 292). La propia complejidad y cantidad de información que llega a través de los espacios de flujos debe ser interpretada. Así, una característica que define la vida económica en la ciudad es el contacto personal, los rituales culturales familiares de comunicación y la confianza en la experiencia personal y las pistas visuales para evaluar la experiencia y la fiabilidad de los informantes. En consecuencia, las decisiones clave se siguen tomando en el espacio compacto de la ciudad, lo que refuerza el sentido y la identificación con este lugar y potencia su crecimiento y poder a nivel nacional y mundial. Una simbiosis similar entre la tecnología de la información y el lugar existe en otros centros financieros mundiales.
La posibilidad de que el lugar pueda reforzarse en una sociedad de la información se ha observado en otros grupos de actividades económicas. Los lugares capaces de beneficiarse de economías externas dinámicas son capaces de desarrollar y mantener ventajas competitivas que atraigan y retengan las inversiones incluso en una sociedad de la información cada vez más interdependiente. Incluso se argumenta que cualquier lugar puede utilizar esta estrategia para afianzar su futuro económico, aunque otros sostienen que el desarrollo desigual heredado significa que la búsqueda de ventajas competitivas puede reforzar la desigualdad espacial (Leitner y Sheppard 1998).
El despliegue comercial de las TI geográficas también puede aumentar la importancia del lugar. Al clasificar a los consumidores en un gran número de «estilos de vida» y utilizar los SIG y los datos del censo para asignar una de estas categorías a cada zona del censo, las empresas han desarrollado formas rentables de marketing geográficamente dirigido, técnicas que también se adoptan para dirigirse a los votantes en las elecciones. Una de las consecuencias de estas estrategias es la configuración de las elecciones, las compras de los consumidores, el voto y la identidad de las personas en cada lugar, así como el significado de los lugares en los que se producen estas prácticas (Goss 1995, Curry 1998).
Por otro lado, al reducir el grado de asociación de las prácticas sociales con lugares concretos, la sociedad de la información reduce el apego al lugar y la cohesión del mismo. El ciberespacio es un ejemplo de ello. El uso de la World Wide Web ha facilitado la adhesión a comunidades electrónicas de individuos geográficamente dispersos que comparten intereses particulares, sustituyendo la interacción e identificación con dichas comunidades por la interacción e identificación con los vecinos geográficos. Además, la creciente capacidad de las tecnologías de la información para crear entornos inmersivos, o «mundos espejo», puede hacer que las experiencias con lugares reales sean menos atractivas que las virtuales. Se están creando nuevos sentidos del espacio y el tiempo; Internet crea la capacidad de estar en dos lugares a la vez, y la distancia se mide por el tiempo de las comunicaciones en lugar de la separación geográfica. Sin embargo, los tipos de identidad resultantes, ya que la construcción de la identidad está desvinculada del lugar, pueden requerir menos responsabilidad interpersonal y puede que nunca sean totalmente separables de los que se forman al vivir en lugares reales (Robins 1995).
A pesar de la naturaleza «sin espacio» del ciberespacio, los principios cognitivos utilizados para darle sentido y las metáforas utilizadas para describirlo se basan en gran medida en los desarrollados como resultado de la experiencia humana con el espacio material. Los entornos inmersivos se organizan según principios espaciales convencionales; su carácter inmersivo se deriva de su capacidad para parecer indistinguibles de los lugares reales; y los cibermundos tienden a emular la espacialidad de los mundos materiales. La geografía diferenciada de las infraestructuras de las comunicaciones y del acceso al ciberespacio significa que existen estrechas relaciones entre el ciberespacio y el espacio material (Kitchen 1998, Janelle y Hodge 2000).
Internet se ha convertido en un medio que los grupos locales basados en el lugar han podido utilizar para promover y obtener atención global para sus agendas particulares, como el movimiento zapatista en Chiapas (Castells 1997). Al mismo tiempo, la sociedad de la información está promoviendo procesos económicos y políticos supranacionales, que van desde los mercados financieros globales hasta los sistemas de información multinacionales para el seguimiento de migrantes y refugiados, y la homogeneización de las prácticas que rigen el intercambio de información geográfica y los derechos de propiedad intelectual (Curry 1998). La sociedad de la información está contribuyendo a los procesos de «glocalización», por los que tanto los procesos a escala local como a escala global están creciendo simultáneamente en importancia (Swyngedouw 1997), pero no está borrando ni la distancia ni el lugar.