En 1936, el futuro parecía prometedor para los dirigibles rígidos, los gigantes llenos de hidrógeno y más ligeros que el aire conocidos también como dirigibles o zepelines. El Hindenburg, orgullo de la Alemania nazi, pasó una gloriosa temporada transportando pasajeros a través del Atlántico en su lujosa panza. Al año siguiente, la era de los dirigibles se detuvo espectacularmente cuando el Hindenburg estalló en llamas mientras aterrizaba en Lakehurst, Nueva Jersey. La catástrofe se cobró la vida de 36 personas y recibió una cobertura mediática sin precedentes.
El Hindenburg era un dirigible de 245 metros de largo con un diseño de zepelín convencional que fue lanzado en Friedrichshafen (Alemania) en marzo de 1936. Tenía una velocidad máxima de 135 km (84 millas) por hora y una velocidad de crucero de 126 km (78 millas) por hora. Aunque fue diseñado para ser llenado con gas helio, el dirigible se llenó con hidrógeno, altamente inflamable, debido a las restricciones de exportación impuestas por Estados Unidos a la Alemania nazi. En 1936 el Hindenburg inauguró el servicio aéreo comercial a través del Atlántico Norte transportando a 1.002 pasajeros en 10 viajes de ida y vuelta programados entre Alemania y Estados Unidos.
El 6 de mayo de 1937, mientras aterrizaba en Lakehurst, Nueva Jersey, en la primera de sus travesías transatlánticas programadas para 1937, el Hindenburg estalló en llamas y quedó completamente destruido. Murieron 36 de las 97 personas que iban a bordo. El incendio se atribuyó oficialmente a una descarga de electricidad atmosférica en las proximidades de una fuga de gas hidrógeno del dirigible, aunque se especuló que el dirigible fue víctima de un acto de sabotaje antinazi. El desastre del Hindenburg marcó el fin del uso de dirigibles rígidos en el transporte aéreo comercial.