Historia

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La historia de Dubrovnik comienza con el asalto de los eslavos en el siglo VII, que arrasaron la ciudad romana de Epidaurum (lugar de la actual Cavtat). Los habitantes huyeron al lugar más seguro que pudieron encontrar, que era el islote rocoso de Ragusa, separado de tierra firme por un estrecho canal. La construcción de murallas era una cuestión urgente debido a la amenaza de invasión; la ciudad estaba bien fortificada en el siglo IX, cuando resistió un asedio sarraceno durante 15 meses.

Mientras tanto, surgió otro asentamiento en tierra firme, que pasó a llamarse Dubrovnik, por la dubrava (encina) que tapizaba la región. Los dos asentamientos se fusionaron en el siglo XII, y el canal que los separaba se rellenó.

A finales del siglo XII, Dubrovnik se había convertido en un importante centro comercial en la costa, proporcionando un importante enlace entre el Mediterráneo y los estados balcánicos. Dubrovnik pasó a estar bajo la autoridad veneciana en 1205, y finalmente se separó de nuevo en 1358.

En el siglo XV la Respublica Ragusina (República de Ragusa) había ampliado sus fronteras para incluir todo el cinturón costero desde Ston hasta Cavtat, habiendo adquirido previamente la isla de Lastovo, la península de Pelješac y la isla de Mljet. Ahora era una fuerza a tener en cuenta. La ciudad se orientó hacia el comercio marítimo y estableció una flota de barcos propios, que fueron enviados a Egipto, Levante, Sicilia, España, Francia y Estambul. Gracias a una astuta diplomacia, la ciudad mantuvo buenas relaciones con todo el mundo, incluso con el Imperio Otomano, al que Dubrovnik empezó a pagar tributos en el siglo XVI.

Los siglos de paz y prosperidad permitieron que florecieran el arte, la ciencia y la literatura, pero la mayor parte del arte y la arquitectura renacentistas de Dubrovnik fueron destruidos en el terremoto de 1667, que mató a 5000 personas y dejó la ciudad en ruinas. La Iglesia del Santo Salvador, el Palacio Sponza y el Palacio del Rector son los únicos edificios significativos que quedan de antes de esta época. El terremoto también marcó el inicio del declive económico de la ciudad.

El golpe de gracia definitivo lo dio Napoleón, cuyas tropas entraron en Dubrovnik en 1808 y anunciaron el fin de la república. El Congreso de Viena de 1815 cedió Dubrovnik a Austria; aunque la ciudad mantuvo su navegación, sucumbió a la desintegración social. Tras la Primera Guerra Mundial, la ciudad comenzó a desarrollar su industria turística, convirtiéndose rápidamente en la principal atracción de Yugoslavia.

Dubrovnik quedó atrapada en el punto de mira de la guerra que siguió a la declaración de independencia de Croacia en 1991. Sin ninguna razón militar o estratégica evidente, Dubrovnik fue bombardeada con unos 2000 proyectiles en 1991 y 1992 por el ejército yugoslavo, sufriendo considerables daños y pérdidas de vidas. En la actualidad, todos los edificios dañados han sido restaurados.

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