Un cuerpo imperfecto podría ser justo lo que recetó el médico para las mujeres y la clave de su éxito económico, dice ahora una antropóloga.
Aunque la cultura pop parece adorar la figura de reloj de arena para las mujeres, con una cintura diminuta, grandes pechos y caderas curvilíneas a la manera de Marilyn Monroe, esto podría no ser lo óptimo, dice Elizabeth Cashdan de la Universidad de Utah.
Esto se debe a que las hormonas que hacen a las mujeres físicamente más fuertes, más competitivas y más capaces de lidiar con el estrés también tienden a redistribuir la grasa de las caderas a la cintura.
Por lo tanto, en las sociedades y situaciones en las que las mujeres se ven presionadas para obtener recursos y llevar a casa el dinero, es menos probable que tengan la clásica figura de reloj de arena, según la hipótesis de Cashdan en el número de diciembre de la revista Current Anthropology.
La locura de las curvas
Hasta ahora, los científicos (y aparentemente la sociedad occidental) pensaban que una figura con curvas triunfaba sobre otras formas corporales. La idea se basaba en los resultados de estudios médicos que sugerían que una proporción cintura-cadera curvilínea de 0,7 o inferior (lo que significa que la cintura es significativamente más estrecha que las caderas) está asociada a una mayor fertilidad y a menores tasas de enfermedades crónicas.
Además, investigaciones anteriores han revelado que los hombres prefieren una proporción de 0,7 o inferior cuando buscan pareja. La preferencia tiene mucho sentido, según los psicólogos evolucionistas, porque el ratio bajo es una señal fiable de una mujer sana y fértil. En este sentido, las portadas de Playboy suelen tener una relación cintura-cadera de 0,68, según Cashdan.
Sin embargo, las mujeres de todo el mundo tienden a tener una relación cintura-cadera mayor (más cilíndrica que en forma de reloj de arena) de lo que se considera óptimo según estos estándares médicos y sociales.
En concreto, Cashdan recopiló datos de 33 poblaciones no occidentales y de cuatro poblaciones europeas, y descubrió que la relación cintura-cadera media de las mujeres era superior a 0,8. Así que si 0,7 es el número mágico tanto en términos de salud como de elección de pareja por parte de los hombres, Cashdan se preguntó por qué la mayoría de las mujeres presentan una proporción significativamente mayor.
Ahí es donde entran en juego las hormonas.
Un poco de testosterona Los andrógenos, una clase de hormonas que incluye la testosterona, aumentan la proporción cintura-cadera en las mujeres al incrementar la grasa visceral, que se lleva alrededor de la cintura. Pero, por otro lado, el aumento de los niveles de andrógenos también se asocia a un aumento de la fuerza, la resistencia y la competitividad. El cortisol, una hormona que ayuda al cuerpo a enfrentarse a situaciones de estrés, también aumenta la grasa que se transporta alrededor de la cintura.
Los niveles hormonales relacionados con una elevada relación cintura-cadera podrían conllevar estos beneficios para la salud, que serían especialmente útiles en épocas de estrés, dijo Cashdan. Estos beneficios podrían ser mayores que los obtenidos por tener una cintura diminuta y una figura de reloj de arena, dijo.
Tal vez las diferencias entre las formas corporales predominantes en algunas sociedades tengan que ver con la igualdad sexual, dijo Cashdan.
En Japón, Grecia y Portugal, donde las mujeres tienden a ser menos independientes económicamente, los hombres valoran más la cintura delgada de una compañera que los hombres en Gran Bretaña o Dinamarca, donde tiende a haber más igualdad sexual, dijo Cashdan. Y en algunas sociedades no occidentales en las que la comida escasea y las mujeres se encargan de buscarla, los hombres prefieren una mayor proporción entre cintura y cadera. «La relación cintura-cadera puede ser, pues, una señal útil para los hombres, pero el hecho de que éstos prefieran a una asociada con una relación andrógeno/estrógeno más baja o más alta (o que la valoren por igual) debería depender del grado en que quieran que sus compañeras sean fuertes, duras, con éxito económico y políticamente competitivas», escribe Cashdan. Y añade: «Y desde la perspectiva de la mujer, las preferencias de los hombres no son lo único que importa».
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