Cuando alguien a quien amas está sufriendo -tu hijo, tu pareja, tu amigo- tú también sientes el dolor. Y no te detendrás ante nada para que desaparezca o para averiguar de algún modo cómo solucionarlo.
No hay mayor impulso que el de proteger a nuestros hijos y seres queridos.
Se enraíza desde el amor, pero crece mucho más allá y es algo asombroso. Lo que también es sorprendente es cómo te olvidas de todo lo demás cuando tienes la misión de arreglar su daño.
Estoy agotado y me estoy poniendo malo. Tal vez la gripe, tal vez un resfriado. Sólo sé que siento que se me mete en el pecho y en la garganta. Empezó ayer y es una sensación generalizada de estar bajando la cuesta hacia lo que probablemente acabará siendo unos cuantos días de dolorosa miseria.
Mientras tanto, a mi hijo le duele la espalda y lo ha hecho de forma intermitente durante un tiempo. Se perdió algunos de sus partidos de lacrosse y eso es muy raro en él. Tiene una alta tolerancia al dolor – un hecho que aprendí cuando tuvo un accidente traumático hace varios años que lo dejó con múltiples lesiones. Nunca un solo desgarro o queja durante toda esa recuperación.
Así que si se está perdiendo un partido, sé que realmente le debe estar doliendo. Finalmente tomé medidas para programar una cita para que lo viera el médico. La cita en la oficina, la visita al hospital para las radiografías, las varias llamadas telefónicas y los faxes y correos electrónicos para reunir sus registros médicos anteriores… han tomado (increíblemente) una buena parte de los últimos dos días. Los mismos dos días en los que algún tipo de virus está luchando por derribarme.
No estoy relatando esto para un premio de mamá.
Todos hacemos estas cosas – y regularmente. Algunos por nuestros hijos, otros por nuestros padres, otros por nuestros amigos o parejas. La cuestión es que cuando alguien a quien queremos está sufriendo, no nos detendremos ante nada para ayudarle a sentirse mejor. No sentimos nuestras propias heridas cuando estamos ocupados en intentar arreglar las suyas.
Nada puede detenernos.
No sentirnos como una caca nosotros mismos, no tener montones de trabajo que hacer, ni la colada ni la limpieza ni los recados ni las facturas.
Nada nos impedirá llevar a cabo cualquier acción que podamos, tan rápido como podamos, para que se sientan mejor lo antes posible.
Es como si nos centráramos con láser en encontrar una solución.
El resto de nuestros problemas y nuestras listas de tareas pendientes se quedan al margen y parecen borrosas en comparación.
Eso es amor. Puro y duro.
Sentir su dolor con tanta fuerza que nos duele a nosotros mismos. Hacer todo y cualquier cosa posible para arreglarlo.
El dicho dice que la forma más rápida de sentirse mejor uno mismo es ayudar a otro. (¡¿Qué gripe?!)
Es tan cierto. Y es algo hermoso.
– Marlene
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