Un nuevo fármaco podría ayudar a olvidar los recuerdos traumáticos a largo plazo

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En la película de ciencia ficción de 2004 Eternal Sunshine of the Spotless Mind, una pareja de personajes pone fin a su tormentoso romance con una extraña solución: Pagan a una empresa llamada Lacuna, Inc. para que borre de sus cerebros todo recuerdo de la relación mientras duermen.

Cuando se estrenó la película, la premisa era pura fantasía. Pero un grupo de neurocientíficos del MIT y de otros lugares han identificado recientemente un fármaco que algún día podría ayudarnos a desalojar los recuerdos traumáticos en el mundo real.

El fármaco, un inhibidor de la histona desacetilasa (HDACi), interfiere en una de las formas en que las células cerebrales registran los recuerdos, colocando con precisión unas proteínas llamadas histonas en ciertos segmentos del ADN, afectando a los genes que se expresan. La esperanza es que, utilizando este principio, los médicos puedan algún día recetar fármacos que ayuden en el tratamiento del trastorno por estrés postraumático (TEPT).

En la actualidad, quienes buscan alivio para el TEPT suelen recurrir a la terapia de exposición, en la que el paciente vuelve a visitar mentalmente un recuerdo traumático con la esperanza de superar la ansiedad asociada a él. Pero «las opciones para el tratamiento del TEPT son muy limitadas. Realmente no hay una buena medicación, y la psicoterapia basada en la exposición suele ser ineficaz para los recuerdos más antiguos», afirma Li-Huei Tsai, autor principal de un nuevo estudio que documenta la investigación, publicado en la revista Cell. «Este estudio sugiere que la reutilización de los mecanismos basados en las histonas que intervienen en la memoria merece una investigación seria, y algún día podría aplicarse a los pacientes».

La terapia de exposición suele consistir en reexperimentar intencionadamente los estímulos asociados a un recuerdo traumático con la esperanza de sustituir el recuerdo original por uno nuevo e inofensivo. Un veterano de guerra que experimenta un TEPT, por ejemplo, puede ponerse unas gafas de realidad virtual que representan una experiencia de guerra traumática, mientras es consciente de que está a salvo en la oficina de un terapeuta.

Para los recuerdos relativamente recientes, esto ha resultado ser relativamente eficaz, en parte debido a la neuroplasticidad natural del cerebro que le permite reemplazar las asociaciones. Sin embargo, después de un período de varios años, parece que los viejos recuerdos se endurecen y no pueden ser desalojados por otros nuevos.

Interesantemente, se ha observado el mismo patrón en ratones, y el uso de un HDACi parece ser una forma de alargar el período clave de neuroplasticidad, que si se puede aplicar a los seres humanos podría alargar dramáticamente el período de tiempo para el que la terapia de exposición es eficaz.

Los investigadores demostraron este efecto sobre la neuroplasticidad mediante ensayos en los que se expuso a ratones a una breve descarga eléctrica justo después de escuchar un tono fuerte, lo que les obliga a asociar el sonido con un acontecimiento traumático. Normalmente, si los ratones escuchan el mismo sonido un día después sin recibir la descarga, son capaces de sustituir el antiguo recuerdo por el nuevo, y dejarán de paralizarse de miedo cuando vuelvan a escuchar el sonido. Sin embargo, si pasa un mes antes de que vuelvan a escuchar el sonido, la asociación entre el sonido y el dolor se consolida mentalmente y es permanente.

Cuando los investigadores examinaron la actividad que se producía a nivel molecular, se dieron cuenta de que la actividad de las proteínas de las histonas en el ADN desempeñaba un papel clave en la neuroplasticidad que permitía que la exposición al sonido sin descarga desalojara recuerdos traumáticos muy recientes y los sustituyera por otros nuevos. Esto dio a los investigadores una idea: utilizar un fármaco como el HDACi (actualmente utilizado en la investigación de tratamientos contra el cáncer) para aumentar artificialmente la neuroplasticidad de los recuerdos más antiguos, alterando la forma en que las proteínas histónicas se unen al ADN.

Para ello, expusieron a los ratones al mismo régimen de tonos y descargas, esperaron alrededor de un mes sin tocar el tono, luego les inyectaron un HDACi y trataron de desalojar el recuerdo con el mismo tratamiento de exposición que antes. Esta vez, funcionó. Los ratones no se congelaron de terror cuando escucharon el sonido. A nivel celular, los investigadores observaron los mismos patrones que normalmente sólo se producían cuando se sustituían los recuerdos del día anterior.

Obviamente, los humanos no son ratones, pero investigaciones anteriores han sugerido que los mismos principios relacionados con la neuroplasticidad parecen aplicarse a la terapia de exposición en ambas especies. Por ello, los investigadores sugieren que la combinación de un HDACi con la terapia de reexposición convencional podría ser algún día una forma de debilitar el dominio de los recuerdos traumáticos más antiguos en las personas que padecen TEPT, sustituyéndolos por nuevos recuerdos desprovistos de ansiedad.

«Los recuerdos temerosos persistentes son un problema muy relevante en nuestra sociedad. Mucha gente padece una incapacidad para superar acontecimientos muy traumáticos de su vida», afirma Tsai. «La combinación de este tipo de tratamiento con la psicoterapia basada en la exposición podría llegar a ser una opción para ellos».

Todavía hay que superar un montón de obstáculos antes de que esto sea una posibilidad. Los investigadores del MIT -neurocientíficos que trabajan en un campo rápidamente emergente llamado epigenética, que implica la regulación de la expresión genética- intentan responder a preguntas básicas sobre cómo el cerebro codifica los recuerdos. No son investigadores que desarrollen fármacos, por lo que es probable que sea otro equipo el que lleve adelante la investigación, y primero sería necesario demostrar que este tipo de enfoque novedoso es seguro para los seres humanos.

Pero vale la pena señalar que los investigadores extendieron el proceso de olvido natural de los ratones, permitiéndoles reemplazar un recuerdo traumático un mes -en lugar de sólo un día- después de que se formara. No es tan radical como que Lacuna, Inc. borre mágicamente los recuerdos a lo Eternal Sunshine, pero también es mucho más similar a los procesos que ya ocurren dentro del cerebro, y por tanto un tratamiento futuro mucho más realista.

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